4 de abril de 2012

El alma de los sirios no pesa

Los ciudadanos que poseen televisor y antena parabólica tienen la tendencia a rasgarse las vestiduras cuando un tirano decide exterminar a sus conciudadanos (para él, súbditos). Ahora incluso estos mismos ciudadanos lanzan consignas de 140 caracteres y comentan la atrocidad de las imágenes de los crímenes en su cuenta de Facebook. Los políticos con responsabilidades internacionales son otra cosa. Estos suelen tener ejércitos de técnicos y asesores que tuitean por ellos y que dan opiniones de lo más correcto. Sin chafar huevos, no fuera el caso que alguna gallina rusa o china se quejara y cortara la luz, o el gas, o las mangas.


Alguien dirá que los movimientos de los ciudadanos han movido regímenes y han descabalgado próceres de sus caballitos mecánicos. Y es cierto, pero solo cuando los políticos de las potencias y los líderes de las corporaciones económicas también les han dado el matarile. Sin esa nueva orden mundial los ciudadanos mueren como chinches mientras se televisa su agonía.


Los sirios, a diferencia de los libios, los egipcios y los tunecinos, no han tenido suerte. La política de equilibrios entre potencias impide que se depure a su tirano.

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