13 de marzo de 2012

Aunque la banca se vista de seda

Por Carlos Sánchez*

El negocio bancario consiste en reunir dinero de unos para prestárselo a otros. Mientras lo tengo y no lo presto trato de obtener el máximo beneficio, invirtiéndolo en productos financieros rentables y seguros. Es una actividad tan antigua como el hombre pues antes de que existiera el dinero físico ya se llevaba a cabo en especie.



Los bancos no nos caen demasiado bien. La sociedad en general los suele ver –no digo que lo sean– como una especie de usureros con corbata, que jamás pierden, ni arriesgan y que siempre ganan. La percepción de que hacen un uso desmesurado de su enorme poder y la desproporción entre sus derechos y los de un ciudadano de a pie, no ayuda a que se valore su utilidad. De hecho, sus beneficios continúan siendo una inmoralidad en el marasmo de escasez que nos rodea. Además, suelen ser fríos, calculadores, deshumanizados e implacables. Especialmente –aunque no únicamente– ante quienes no pueden devolverles sus préstamos. Ellos lo compensan con muchas sonrisas y con una imagen televisiva que trata de representarlos como algo próximo a la gente de a pie. Por lo demás, son un auténtico lobby y mandan mucho más que la mayoría de políticos de primer nivel. Hoy en día, dicha supremacía está fuera de toda duda, incluso para los más acérrimos defensores del sistema bancario.

El desastre económico en el que nos hallamos inmersos fue desencadenado por la banca. Y como la banca está por encima de la política y de los gobiernos, ha recibido ayudas vergonzosas de fondos que, a su vez, salen de los impuestos de los ciudadanos que se han quedado sin los créditos que la banca otorga. O sea, que la burla hacia la sociedad no puede ser mayor. La banca la ha humillado por este motivo y también por utilizar parte de estos fondos, en demasiadas ocasiones, enriqueciendo (de nuevo sin ningún rubor ni moral) a sus directivos, tal y como se ha ido sabiendo en decenas de ocasiones a través de la prensa. 

¿Podríamos decir que todo este negocio bancario es una inmoralidad? Bueno, no sé si es la palabra exacta pero a primera vista no parece un negocio muy equilibrado y ético. Por lo menos, una parte de él. Su actividad es legal, por descontado, pero no siempre justa a los ojos de la sociedad. Ni por asomo. 

Entonces, ¿qué es la “banca ética”? Pues exactamente lo mismo que se acaba de explicar. 

La diferencia estriba en que esa banca se compromete a no invertir fondos en armamento, tráfico de personas, drogas, ni actividades que maltraten nuestro entorno natural. ¡Ah! ¡Bueno! ¡Menos mal! Ciertamente es una buena noticia. Y el mundo es mejor si algunos bancos se comprometen a esto (y lo cumplen). 

Hablo de bancos; no de oenegés que tratan de humanizar la actividad financiera. Que las hay. 

Pero yo no sé qué pinta un banco que ejerce de banco a todos los efectos, que hace el mismo negocio, que es igual de implacable y frío, que tiene las mismas regulaciones que el resto de bancos (controladas por el mismo Banco de España), que debe tomar las mismas medidas que los demás en materia de seguridad y exigencia ante sus riesgos y que debe obtener el máximo beneficio cada año; no sé qué pinta, insisto, en medio de este escenario diciendo: “¡Eh! Que yo soy diferente. Yo no invierto en armas… Yo soy ético”. ¡Sólo faltaría! la ética es muchísimo más. 

Para empezar, la propia definición convierte en “no éticos” al resto de bancos. Mal vamos. En realidad, tal vez lo que esté equivocado sea el nombre y a esta clase de bancos se les debería llamar “banca menos inmoral”. No se puede jugar dentro del sistema y con sus armas, argumentando que se está “un poco fuera del sistema” y dejando entrever, como argumento comercial, que el resto de los de tu sector son menos éticos que tú: seguimos yendo mal. Francamente desalentador.

*Pseudónimo de un director de ong. Pidió el anonimato para no perjudicar a su entidad.

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