1 de junio de 2012

Ha llegado el momento de alzarse

Por Federico Mayor Zaragoza


Mucho antes de 2051 la Europa que anhelamos será realidad.


Estamos en 2012, en el inicio de una década que cambiará a Europa, que cambiará al mundo entero, este mundo que hasta ahora ha pertenecido siempre a unos cuantos, un mundo que ha vivido una historia ensangrentada donde sus habitantes, en su inmensa mayoría, nacían, vivían y morían temerosos, anónimos, confinados en un espacio territorial e intelectual limitado. Siglos y siglos de poder absoluto de unos pocos hombres que han seguido sin excepción el perverso adagio de “si quieres la paz, prepara la guerra”. Siglos y siglos de guerras, de confrontaciones en las que millones de víctimas no contaban más que como parte de la fuerza en la que se basaba la gobernación de los pueblos.


 De vez en cuando, sobre todo en Europa, salían voces de conciliación, de consideración de las características distintivas de la especie humana, voces de concordia, de armonía: Cristo, que echó a los mercaderes del Templo y ofreció su propia vida; Buda, Confucio. Todos ellos pretendían poner de manifiesto las cualidades inverosímiles que caracterizan a cada ser humano.


Pero pronto la voz de los más poderosos establecía el “orden” basado en el temor.


Europa cambiará radicalmente en los próximos años. Iniciará el cambio, como corresponde, por la justicia. Por la igual consideración de la dignidad de todos los seres humanos. Por la apreciación y respeto generalizado de los “principios democráticos” que tan bien estableció la Constitución de la Unesco. No hay paz sin justicia. La transición a la cultura de paz –“Nosotros, los pueblos hemos resuelto evitar el horror de la guerra a las generaciones venideras”– implica situar en el centro de nuestro comportamiento cotidiano los “ideales democráticos” que de manera tan clarividente estableció la Unesco en momentos de tanta tensión humana al término de la segunda gran guerra.


Se promovió el desarrollo, compartir, respetar a cualquier persona, sea cual fuera su género, etnia, creencia, ideología. Pero luego, la codicia, las ambiciones sin fin, unidas a la irresponsabilidad de muchos líderes, en su mayoría mediocres, no permitió aprovechar la gran oportunidad que representaba, a finales de la década de los 80, el término de la “guerra fría”. Era una oportunidad excepcional. Todos esperábamos los “dividendos de la paz”. Circunstancias tan favorables como el hundimiento, sin una sola gota de sangre, del Imperio soviético, y la finalización del apartheid racial en Sudáfrica; y el fin de la guerra civil de Mozambique, y de El Salvador; y el inicio del proceso de paz en Guatemala no fueron debidamente aprovechadas. Una vez más, las ambiciones hegemónicas no supieron reconocer lo que hubiera podido ser una auténtica inflexión histórica.


Con gran rapidez, como si el resto del mundo no existiera, los líderes de Estados Unidos y el Reino Unido sustituyeron los valores éticos por los valores del mercado, y a las Naciones Unidas por pequeños grupos de los países más ricos. Sustituyeron la democracia por la plutocracia y desoyeron las recomendaciones que seguían emitiendo la Asamblea General de Naciones Unidas y otras instituciones del sistema: la imperiosa necesidad de educación para todos a lo largo de toda la vida (1990); el medio ambiente (1992); los compromisos para el desarrollo social, el papel central de la mujer, y la tolerancia (1995); la Declaración y Plan de Acción sobre una Cultura de Paz (1999); los objetivos del milenio (año 2000), la Carta de la Tierra, etc.


El dinero lo invadió todo, lo ocultó todo, hasta las responsabilidades intergeneracionales. ¡La debacle occidental ha llegado a tal grado que en la Unión Europea el acoso de los mercados no solo ha hecho cambiar los programas de gobiernos democráticos sino que ha designado sin urnas ni comicios electorales a los gobiernos de Grecia, cuna de la democracia, y de Italia!


Sin orden ni concierto, de rodillas ante “el gran dominio” del otro lado del Atlántico, la Europa de hoy solo ha aprendido a recortar sin crecer, a fijarse fechas límites para reducir sus déficits y ajustar sus cuentas mientras siguen sin disponer de un sistema de seguridad autónomo, sin poner a la OTAN en el sitio que le corresponde, evitando los inmensos gastos militares que la Alianza conlleva; sin ser capaz de establecer una federación fiscal y económica; y una justicia que sea capaz de resolver con rapidez las cuestiones que le correspondan, y eliminando de un plumazo la antidemocrática necesidad de unanimidad para la adopción de acuerdos de la Unión.


Los ultras –los extremistas del Estado-nación– se multiplican y muestran siniestros rasgos de xenofobia. Europa será pronto símbolo de convivencia y de progreso. Porque, y esto es lo importante, por primera vez son ahora los pueblos los que participan, los que dejan de ser súbditos y pasan a ser ciudadanos plenos.


En muy pocos años, Europa presentará a la aprobación de la Asamblea General de unas Naciones Unidas refundadas un nuevo diseño institucional. Y Europa, la Europa a la deriva actual, superará los problemas que hoy padece gracias a más y mejor democracia y se convertirá en el gran defensor del pluralismo y de la justicia social.


En pocos años, en lugar de explotar, Europa cooperará con los países “vecinos”; Turquía, Rusia y el Magreb serán grandes aliados y mantendrá unas relaciones cordiales y efectivas con América Latina y África. Será un mundo muy distinto del actual en el cual las asociaciones regionales tendrán un singular relieve. Los Estados-paraísos fiscales desaparecerán. Sin estridencias, la vergüenza que hoy representan llegará a su fin.


Sí, después de siglos de poder absoluto masculino y de habitantes de la Tierra atemorizados, se ha iniciado ya un tiempo nuevo en que todos participarán, se expresarán, se conocerán, respetarán a las instituciones de gobernación que habrán puesto en pie.


Europa será ya una gran democracia dentro de pocos años. Elaborará la Declaración Universal de la Democracia y constituirá una de las piezas angulares de la nueva era de “ciudadanos conscientes”. En diez años, Europa figurará en la vanguardia de los grandes protagonistas del “nuevo comienzo”. El mundo irá pasando progresivamente, sencillamente, de la fuerza a la palabra.

1 comentario:

  1. Ojalá tenga razón. Y me alegro mucho de que la revista haya sacado un blog como éste. ¡Felicidades!

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